MIRANDO EN PERSPECTIVA: CHIQUITO, CHIQUITITO


 

Tiene la cualidad de disminuir o reducir a menos algo. Gramaticalmente, el diminutivo  es un sufijo que expresa disminución, atenuación o intensidad de lo denotado por el vocablo al que se une, o que valora afectivamente su significación (RAE, DLE):  no es lo mismo tener un catarrón   que un “catarrito” ;  ni un “problemón”  que un “problemita”. El uso de dichos signos revela pertenencia al habla de una zona específica, según Una cosita que revela tu origen : el diminutivo (Verne, El País): Si  mandan besiños al bebé recién nacido, probablemente sea de Galicia y emplee este diminutivo por influencia de tu lengua gallega. Si se dice que es un crío “muy bonico”, se estaría revelando como usuario del diminutivo en –ico que usan los hablantes de las áreas andina, caribeña y centroamericana o, en el español de España, los de la zona este (Aragón, La Mancha, zona oriental andaluza). Si se afirma que es un “chiquillo” muy guapo, se está empleando el sufijo –illo, el más general en el español hasta el siglo XVIII.

Aunque “despacito” se use (y se cante) a ambos lados del Atlántico, se considera que en el español americano se emplean diminutivos en muchos más adverbios que en el español de Europa, desde el famoso “ahorita” hasta “despuesito”(Pons Rodríguez, Verne, El País). Así también se afirma en El discreto encanto del diminutivo ; es decir, que en el habla habitual no solamente están presentes sino que son abundantes. Lo que cambia es el tipo de diminutivo y el tono. En la publicación ¿Tiempo o tiempecito?: los diminutivos son una cosita que amamos en México  se  postula que los diminutivos tienen mayor alcance en México que en ninguna otra nación de Latinoamérica. Se atribuye su uso a la influencia indígena del náhualt. Por otra parte, acudir al náhuatl no significa solamente apelar a su uso del diminutivo, sino también a la forma reverencial característica en esta lengua. El reverencial es un morfema flexivo (accidente gramatical) que adoptan las palabras para manifestar respeto hacia la persona o cosa de que se habla o hacia el interlocutor. Es una flexión que no cuenta con un paralelo en español, de modo que cabe suponer que los antepasados, al aprender la nueva lengua, la hayan sustituido con el diminutivo reverencial, que era lo más próximo. Así, para pedir grandes favores se invoca en actitud reverencial al Diosito o la Virgencita.       

Este parece ser el origen del uso de terminaciones diminutivas en palabras donde la aminoración, vista fríamente, resulta extraña. Es el caso de términos cuyo uso cuenta con carta de naturaleza: ahorita, tempranito. Otros, más propios del lenguaje familiar, pero también de uso general, como: ahoritita, horita, despuesito, lueguito, abajito, encimita, todito, toditito,  lejitos, lejecitos. Su uso se ha enraizado de tal forma que algunos como ahorita”, como expresión de temporalidad, varía en función diatópica (ahora mismo, muy recientemente, después, dentro de un momento, en seguida) o poquito tienen ya su propio diminutivo: ahoritita, poquitito e incluso “poquititito”, si se desea ser enfático.

Otro caso más se puede observar en el uso del diminutivo apreciativo para “suavizar” vocablos que nos suenan bruscos o para expresar valoración afectiva, como se hace al hablar de gorditos, de calvitos” y de “viejitos”. También se emplea el diminutivo atenuador o rebajador al uso del diminutivo en los contextos en que se aminora la importancia de una persona o cosa: «aquí te dejo el “tubito” para que pongas ahí la muestra de la “orinita”». Se usa con llamativa frecuencia el diminutivo perifrástico, que consiste en anteponer «pequeño» al término que se quiere suavizar («mi suegra es una pequeña arpía»; cuyo resultado suele cuestionarse). Pero también se usa el diminutivo orgánico (es decir, las desinencias Diminutivos en Latinoamérica: Chiquitos pero ese peculiar achicamiento de las palabras —que no se da precisamente en la forma, todo lo contrario— suele relacionarse con cuestiones afectivas, de sumisión, duda, religiosidad y también con la herencia de lenguas originarias, entre otras. 

 

Los valores apreciativos (de emoción, afecto o estima) se pueden manifestar en la lengua a partir de ciertos procedimientos lingüísticos, como la entonación, las exclamaciones e interjecciones, el uso de sinónimos con pequeños matices (Ay del chiquitín, chiquirritín chiquirritiquín metidito entre pajas) o procedimientos retóricos, entre otros. De acuerdo con Wikilengua, uno de los mecanismos de apreciación más habituales en español es la derivación apreciativa. También significan aprecio por alguien conocido, como cuando se dice “chiquita”, “amorcito”, “corazoncito”, agregados al nombre propio expresan cariño, como cuando se le llama a la persona por “Isabelita”, “Gustavito” o “Robertito”.   

Por lo general, el empleo exagerado de los diminutivos suele asociarse con un registro coloquial, informal y, en ocasiones, de bajo nivel cultural. Se utlilizan en determinados contextos , lo que explica que apenas aparezcan en el discurso de contenido objetivo, como en la prosa administrativa, didáctica, científica, jurídica. Por su uso contextual, adquieren matices que pueden ser positivos o negativos: así la expresión este librito  puede sugerir modestia  si la emplea el autor del libro, pero menosprecio si la usa un crítico (RAE, NGLE). Dicho uso requiere dominio además de la comunicación lingüística, de la intercultural y de la interpersonal.

 

 

 

 

   

 

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