FRAGMENTOS DE UN DISCURSO AMOROSO
Fragmentos de un discurso amoroso es un texto de Roland Barthes publicado
originalmente en Francia en 1977, en la colección Tel Quel de la editorial
Éditions du Seuil, el
texto está estructurado como una suerte de
“glosario” subjetivo del amor
y del enamoramiento. El acercamiento léxico del texto de
Barthes evoca las “entradas” o
“voces” de un diccionario: “Ausencia”, “Corazón”, “Carta”, “Llorar”, dicho acercamiento sirve de
punto de referencia para una mirada de mil amores hacia el “léxico amoroso”.
La definición de amor (RAE, DLE) alude al «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo». De acuerdo con el Diccionario inverso etimológico IEDRA, el sustantivo amor procede del latín amor, -ōris. Asimismo, DECEL indica que la palabra latina se relaciona con la raíz indoeuropea amma, presente también en el verbo latino amare, de cuya raíz más el sufijo -or surge amor. Si bien la primera aparición en un diccionario no figura disponible en IEDRA, el uso del vocablo se recoge desde los tiempos bíblicos: “Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe”.
Amar (del latín amare) “Tener amor a alguien o algo” (RAE, DLE), tiene como participio pasado amado y participio presente amante: “El verdadero amante en todas partes ama y siempre se acuerda del amado” (Santa Teresa de Jesús).
El adjetivo amoroso se usa referido a aquello perteneciente o relativo al amor o aquello que denota o manifiesta amor: carta amorosa, mirada amorosa, voz amorosa. También, como perteneciente o relativo al amor, se alude a las personas que comparten relaciones amorosas, que sienten amor: los enamorados. Cuando dicha relación interpersonal abarca más de dos personas se habla de un triángulo amoroso, definido como: «relación amorosa de tres personas, generalmente marido, mujer y el amante de uno de ellos» (RAE, DLE).
Sin embargo, como se expresa en el Martes Neológico, CVC, el paradigma relacional de las generaciones más jóvenes, en algunas ocasiones, rompe con el prototipo de la relación tradicional del llamado “triángulo amoroso” y con el imaginario colectivo. Este paradigma trae consigo nuevas realidades reflejadas en nuevas nomenclaturas: siendo una de ella la palabra poliamor. Cabe destacar, en el caso del poliamor, consiste en un sistema social y sentimental no monógamo en el que se establecen relaciones de manera consentida (bajo una concepción ética) por parte de todas las personas involucradas. También que, según el Martes Neológico, el poliamor difiere de la poligamia, definida en el DLE (RAE) como el “régimen familiar en que se permite, generalmente al varón, la pluralidad de cónyuges” en que, si bien se entiende dentro del contexto de relaciones con más de una persona, surge en un contexto diferente.
Poliamor es un
neologismo con el prefijo de origen griego poli, que designa
pluralidad o abundancia y el sustantivo amor. Fundéu la reconoce
como una palabra válida, asentada a nuestra lengua, la
cual no es necesario resaltar con cursivas o comillas; que hace referencia a
“la persona que convive o se relaciona con varias parejas de ambos sexos, sin
vínculos definitivos con ninguna de ellas”. De igual modo, es válido su adjetivo derivado, poliamoroso, que
se obtiene añadiendo el sufijo –oso. Asimismo,
se recomienda la forma poliamor frente a la variante poliamoría, ya que la palabra amoría no se usa en española; aunque sí existe amorío
(amor, -ío) “relación amorosa superficial y transitoria”, cuya primera
aparición en la RAE fue en el 1726, según IEDRA. Las marcas
lexicográficas de amorío indican que se usa mayormente en plural
(amoríos) y que suelen venir después fácil, fugaz, ilícito,
secreto; destacando así, desde el punto de vista semántico el carácter
transitorio de dichas relaciones.
A través del tiempo se va
ampliando la definición del amor como un sentimiento de afecto universal
que se tiene hacia los seres vivientes
(animados) y hacia los seres no vivientes (inanimados),
cuya percepción puede variar según el contexto sociocultural. Dicho sentimiento
puede considerarse como un valor (amor propio) o como una propiedad de las
relaciones humanas.
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