EFECTO PIGMALIÓN
El término Pigmalión fue utilizado en 1965 por
el sicólogo social Robert Rosenthal para
referirse al fenómeno mediante el cual, las expectativas y creencias de una
persona influyen en el rendimiento de otra.
Este efecto, cuyo origen surge en el mito
griego de Pigmalión, creado en referencia a la obra del poeta Ovidio.
Pigmalión, un escultor que vivía en la isla de Creta, se enamoró de una estatua
que él había creado, llamada Galatea. Sus sentimientos tan fuertes hacia ella lo
llevaron a pedir a los dioses que la convirtieran en una mujer de carne y
hueso, para poder amarla como una a una mujer real. Afrodita le concedió su
deseo y más tarde Pigmalión se casó con ella.
Otro ejemplo ilustrativo
del Efecto Pigmalión nos lo legó George Bernard Shaw, quien en 1913 creó,
inspirado por el mito, la novela “Pigmalión” que años más tarde, en 1964, fue
llevada al cine por George Cukor bajo el título “My Fair Lady”. En la película,
profesor Higgins (Rex Harrison) acaba enamorándose de su creación, Eliza
Doolittle (Audrey Hepburn), cuando consigue convertir la que es al inicio de la
historia una muchacha desgarbada y analfabeta de un arrabal londinense en una
dama moldeada a las expectativas fonéticas, éticas y estéticas del Higgins.
El
fenómeno revela que al transmitir expectativas
positivas sobre un grupo determinado impacta en el buen rendimiento de ese
grupo de personas. Cuando las
expectativas, altas o bajas, proceden de un individuo hacia sí mismo el
fenómeno se conoce como efecto Galatea.
Así, la
clave que subyace, tanto en el Efecto Pigmalión como en el Efecto Galatea, es
cómo las expectativas influyen en las conductas y rendimientos de las demás
personas, como en nosotros mismos
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