La clasificación tradicional de los verbos según su comportamiento
sintáctico se ha enriquecido y ensanchado.
Dicho enriquecimiento proviene, en gran medida, de reconocer el uso
particular que aportan los hablantes, porque cada hablante, al usar la lengua,
interpreta una realidad y aporta una visión de mundo.
Desde ese punto de vista, parte IraideIbarretxe Antuaño:
El lenguaje no refleja hechos basados en un
mundo objetivista exterior, totalmente independiente de lo que las personas
observan, sino que refleja estructuras conceptuales que la gente construye
basándose en una experiencia y conocimiento, más o menos común, del mundo
exterior que les rodea y de su propia cultura. Por eso, el pensar que la
relación entre las formas lingüísticas y los conceptos que representan es
arbitraria, como tradicionalmente se proponía, no es totalmente cierto.
El uso particular que cada usuario de la lengua hace,
basado en la experiencia y concomimiento, se refleja en los llamados verbosde percepción. Dichos verbos poseen la característica de reflejar cómo se
percibe la realidad a través de los sentidos. José María García Miguel destaca
la importancia del contexto[1]
en el uso de los verbos de percepción.
Pues bien, todas las
características que poseen extralingüísticamente las distintas percepciones
sensoriales (si la percepción se puede controlar o no, si el estímulo es
físico, auditivo, etc.) pueden hallar su reflejo gramatical en los verbos de
percepción que las expresan. Además, hay que tener en cuenta que algunas
percepciones estarán más lexicalizadas que otras en cada lengua, dependiendo de
su frecuencia de aparición y de la importancia que culturalmente les conceda
cada comunidad lingüística. Por ejemplo, en el ámbito de las lenguas románicas,
es lógico que haya verbos que expresen la percepción «oír a alguien con mucha atención»
(escuchar, escoltar, écouter...), mientras que es normal
que no se haya lexicalizado ningún verbo para expresar un significado como «la
sensación de andar descalzo por un terreno húmedo y arcilloso», sensación que
sí puede ser de vital importancia en otras comunidades lingüísticas hasta el
punto de originar un verbo específico para ella.
Añade García Miguel que si los principios de la gramática cognitiva[1]
son ciertos, las estructuras lingüísticas que expresan cada percepción
dependerán de la importancia cultural y de la complejidad cognitiva de
cada una de las percepciones: a mayor importancia cultural y frecuencia
de uso de cada percepción, mayor complejidad gramatical y potencial semántico
tendrá el verbo que las exprese, y a la inversa: es muy probable que acalorarse tenga poca frecuencia de uso
en Antártica
[1] La Gramática Cognitiva está basada en el uso del lenguaje y por
tanto, no se aplica una taxonomía estricta en los enunciados lingüísticos que
describe. Esto quiere decir que se evita una justificación morfosintáctica de
formas que son independientes del significado (y que por tanto no permiten
variación), sino que se toma en cuenta la intención comunicativa del
hablante y se organizan sus principios alrededor de la construcción de
significados a través de las formas.
[1] En [comunicación|comunicaciones]] y lingüística, contexto es el significado de un mensaje (como una oración), su relación a
otras partes del mensaje (como un libro), el ambiente en el cual la
comunicación ocurrió, y cualquier percepción que pueda ser asociada con la
comunicación. El contexto es la agrupación de circunstancias específicas de lugar y tiempo, principalmente, en qué se está
produciendo el acto de la comunicación.
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